jueves, 22 de marzo de 2012

RELATOS DEL VIENTO

EL BOLÍGRAFO MORADO


EL REGALO JAMÁS PENSADO



No había manera. Por más vueltas que dieron, por más cajones que revolvieron, no hubo forma.
Parecerá mentira, pero en toda la casa, solo encontraron un hortera bolígrafo morado de propaganda.
Bien, tampoco era el fin del mundo. Para escribir una lista de la compra, y escasa, no necesitaban una pluma de oro.
Apartaron el dinero necesario para los pagos ineludibles.
Sobraron cuarenta euros. Veinte para ella y los mismos para él. Con ese capital, quedaron en comprarse, el uno al otro, el regalo de su veinticinco aniversario de boda, que coincidía con la época navideña.
La pareja se miró a los ojos para luego bajar la vista a sus respectivos billetes azules.
No hablaron, tal vez algún suspiro disimulado. Este año la cosa estaba jodida…
Ella se fue al súper, haría la compra. Es lo que tiene estar sin trabajo; te sobra tiempo.
Él se acercaría al centro, quizás le habrían avisado de alguna chapuza en el bar “del Toño”, su centro de operaciones desde que tuvo que cerrar el taller. Como casi siempre, nadie necesitó esa tarde un fontanero.
Como quien no quiere la cosa, el hombre se encaminó a la ancha calle comercial, ya que estaba allí, buscaría el regalo para su dama.
A medida que se acercaba a su destino, la desazón se instalaba en su mente. Su mujer y él llevaban trabajando toda la vida para escalar lo cotidiano. Nunca les sobró un euro, casi siempre les faltaba, pero últimamente las cosas se habían torcido del todo, nada bueno les acompañaba e incluso él, ya no estaba seguro de que su mujer quisiera seguir padeciendo a su lado.
Unos arcos luminosos se encendieron coincidiendo con su llegada a la calle Preciados.
Por la megafonía, exterior, la música tenue y subliminal desparramaba mil mensajes navideños. Penetraba en su cabeza recordándole la fecha y escapaba al viento, hurtándole la ilusión, y la paciencia.
Las luces de neón mutaban sombras humanas en felices danzantes coloreados, creando la mentirosa sensación de fiesta y algarabía. Miles de voces, cientos de murmullos, millones de susurros gritados.
Escaparates luminosos que originan efectos de espejo multiplicando por el infinito la sensación de plenitud, de colapso total de la calle.
Él, imbuido en el maremágnum, presionado por las prisas ajenas, recorría las tiendas; ojeando, cogiendo, tocando… para aquello que le atraía, el dinero no le alcanzaba.
Su cerebro trabajaba deprisa, sus piernas caminaban con mayor velocidad: “¿Qué compro, qué coño la regalo?”.
Al entrar en un comercio o…al salir. ¿Quién se acuerda? Tropezó con otro hombre u otra mujer. Escuchó, sin prestar atención:
−Perdone.
¿Quizás fuera bajito, tuviera bigote, vistiera de azul? O… ¿llevara altos tacones, los labios rojos carmesí? Y quién se acuerda.
Cuando nuestro hombre metió su mano en el bolsillo, solo encontró aire. Los antes odiados, veinte euros no estaban, habían desaparecido.
Se giró buscando al tunante malhechor…
Una espesa barrera de consumidores azarosos bullía frente a sus ojos. Solo percibió… una masa.
Encaminó sus pasos de vuelta a casa. “Para que llorar, si nadie me ve” pensaba mientras el centro de su labio inferior crepitaba en fuego de su propia sangre. Entró, de nuevo, al bar “del Toño”, sin farfullar palabra alguna se sentó en la mesa del rincón, en la más alejada.
Metió, otra vez, la mano en los bolsillos. ¡Nada! Sí, algo, el bolígrafo morado, lo apretó con rabia. Una mísera gota salada resbaló por su lacrimal. Una pequeña servilleta de papel enjugó su, apenas, media lágrima. Formó una bolita con aquel papel e inmediatamente lo alisó. Como si fuera un crío; dibujó un corazón y unas torpes letras con el bolígrafo morado:
«TE QUIERO»
Con la misma celeridad lo arrugó y guardó en el bolsillo.
Deambuló, sin querer llegar a casa, y casi sin querer, llegó.
Franqueó la puerta con cara de imbécil, sin levantar la mirada informó a su mujer.
−Algún hijoputa me ha “levantao” los veinte euros. −quedó como un pelele mirando al suelo.
−Mírame cariño, eso es lo de menos. −la mujer, con la mayor dulzura del mundo recibió al derrotado gladiador urbano.
El hombre levantó la vista para encontrar, sobre la mesa, una botella empañada por el frío cava que contenía y dos copas de cristal; finas y altas, esperando a la pareja, esperandolos: a él y a ella. Después, reparó en su dueña, múltiples gasas de seda, o de tul, o de lo que fuera… la daban el aspecto de una diosa. Se aproximó para besarla pero ella con un gesto le indico el baño.
−Quiero repetir la noche de bodas. Báñate y ponte, igual que yo el pijama de aquel día. Tomaremos champán, luego…
Él dejó la cazadora encima de una silla en la cocina y se apresuró a cumplir la orden.
En poco tiempo, reapareció en la puerta de la sala embutido en un pijama de raso tres tallas menos que la suya. La mujer, que aun estaba colgando la chaqueta, no pudo reprimir una carcajada al observar el cuadro. Con una sonrisa, el marido soltó:
−Vamos no me jodas… ¡si parezco un banderillero!
−Ven. −cogiéndole de la mano le acercó a la mesa.−Brindemos.
De forma voluptuosa le ofreció el cava en una copa.
Extrañamente, ella solo usaba la mano derecha: para conducirle, para llenar la copa, para ofrecérsela… el puño izquierdo permanecía cerrado.
−Lo siento. −dijo él mientras clavaba sus retinas en el puño prieto de la mujer, imaginando un regalo oculto al que no iba a corresponder. −Me robaron el dinero.
−Bebe, el regalo ya lo encontré dentro de tu bolsillo.− respondió ella mientras le mostraba estirada la servilleta del corazón.
−A mí, solo se me ocurrió lo del champán.agregó ella mojándose sensualmente los labios con la lengua.
Con un gesto de su barbilla, el hombre señaló la mano cerrada de su esposa.
−¿Y ahí, qué ocultas?
Abrió la mano despacio, casi dedo por dedo, tal como si fuera el cofre que guardara la más preciada joya.
El hombre solo alcanzaba a ver el dorso de la mano abierta. Lentamente, como si de una ceremonia iniciática se tratase, giró su muñeca. Frente a los ojos del hombre, la blanca palma de la mano, asomó igual que un trofeo.
Con trémula letra y tinta morada, escrito sobre su piel se leía:
«TE QUIERO»
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fecarsanto 2012
aquí puedes acceder al ÍNDICE del borrador de"LOS NUDOS DEL HAMBRE"


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